martes, 10 de octubre de 2017

BMX: ¡EL DESAFÍO PARA LAS MAMÁS DE LOS NIÑOS DE HOY!

Una vez más mi hija Paloma, me ha retado. Su inagotable energía me invita a superarme día a día y las exigencias físicas que parecen abrumadoras, se hacen mínimas frente a la carga emocional que implica ser mamá.
Pensaba que el camino para llegar a ver un recital de ballet sería fuerte y riguroso. Con lo que no contaba es con que Paloma decidiera reemplazar la trusa, zapatillas y tutú, por una bicicleta, casco y rodilleras. Jamás pensé que podría estar en un palco al aire libre disfrutando de un espectáculo entre montañas de lodo y curvas peligrosas.
En cambio, sí me vi sentada en un auditorio llorando mientras, con aplausos, aclamaba un dulce e inmaculado recital, no porque pensara que una cosa es mejor o peor que la otra, simplemente porque me quedé en el patinaje artístico y las clases de organeta. 
Eso de las ‘push bike’ y pistas de BMX eran una dimensión desconocida… ¡y qué regalazo el que me dio Paloma! Verla subir una montaña que supera las dimensiones de su pequeño cuerpo, oírla gritar de emoción al llegar a la meta, verla levantarse con el dolor en sus ojitos pero el alma fuerte y con ganas de más. Eso revela su verdadera pasión, lo que es y desea de verdad.
Lo que no sabe es que yo, desde las gradas, estoy viviendo la carrera más intensamente que cualquiera de sus competidores. Que si a veces me retiro no es para conversar con las demás mamás, es porque mis nervios han superado el límite de lo habitual.
Que la fuerza que hago por verla triunfar es más grande que la de sus músculos al pedalear, que puedo sentir el dolor de su caída y moriría por ir detrás suyo para atraparla antes de caer, que le daría la medalla de oro porque, independientemente del orden de llegada, cada día se ha superado a sí misma.
Al final de la clase se baja de su bici, se quita el casco y los guantes y me pide que le destape su Pony de siempre, inocente de todo, ajena a la gran batalla que acabo de lidiar con mi instinto protector; se la entrego en sus manos y soy testigo de cómo ésta la ayuda a recuperar su energía, contribuye al refuerzo de sus defensas y recobra su vitalidad, en pocas palabras ella no sabe que la intención detrás de esa botellita de Pony es dar la alimentación adecuada para un entrenamiento exigente...

Mientras esto sucede, yo, simultáneamente, vuelvo a mi centro y ahora que estoy de nuevo en paz me permito dar crédito a mi esfuerzo. Me aplaudo porque logré superar la meta que me impuse hoy: no corrí detrás de ella sujetando el sillín, hoy no avergoncé a mi esposo con mis alaridos de ánimo (y uno que otro producto del miedo). 
Hoy decidí aceptar su sugerencia de retirarme cautelosamente antes de entrar en pánico. Me siento orgullosa de mi evolución… Hoy lo hice mejor que ayer, y desde ya me preparo para lo que viene mañana...





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