martes, 31 de octubre de 2017

¿Lo estoy haciendo bien?

Desde que supe que sería mamá me ha rondado una pregunta que parece querer vivir de por vida en mi cabeza: ¿LO ESTOY HACIENDO BIEN?

Paloma nació, se sentó, gateó, caminó y de pronto soltó mi mano como gritando al mundo que estaba lista para seguir sola, yo en cambio no estaba tan segura de querer hacerlo y entonces me dí cuenta que los retos como mamá nunca concluyen, en realidad se transforman y que esa pregunta que a ratos me atormenta la vida es en realidad el motor de empuje a nuevas experiencias, es el impulso que me desafía a ser mejor cada día, de alguna forma el intentar responder al interrogante es lo que determinará la contienda de mañana…

Hoy que ya hemos superado varios obstáculos juntas, entiendo que con dificultad podría responder sensatamente si realmente ¿lo estoy haciendo bien?, no hay un juez más duro y despiadado que nosotros mismos, no hay tesoro más grande e intocable que un hijo, siempre queremos hacer lo mejor y el sabor de la victoria dura poco, dura
lo mismo que el siguiente reto en aparecer. Entonces somos padres más recursivos, el mundo extralimita nuestra creatividad, la vida nos obliga a descubrir nuevos talentos y los niños nos muestran que en realidad no todo tiempo pasado fue mejor, hoy solo es diferente, algunas cosas parecen ser más fuertes ahora, pero para eso estamos nosotros, trabajando duro y sin descanso en la formación de quienes serán los adultos del mañana.

Sería ideal que el conocimiento, la habilidad y pericia de un buen padre viniera en frascos con dosis exactas y así como les damos Pony Malta a nuestros hijos para que su sistema inmune resista el virus de moda y su cabecita pueda responder con tranquilidad el exámen de mañana, nosotros pudiéramos también tener la certeza de estar haciendo todo perfectamente pues ya tomamos la dosis diaria de sabiduria y destreza. Sin embargo, y aunque no podamos tener esa pócima mágica, basta con ver a nuestros hijos para saber que vamos por buen camino, cada vez que nuestro pequeño nos mira a los ojos y con un simple TE AMO nos abraza el alma, cuando recuerda que la canción que suena es la favorita de mamá y la canta con más fuerza, cuando con preocupación corre a buscar el dulce favorito de papá, cada vez que decide tender su mano al más pequeño del parque y cuando lo vemos abrazar con total cariño a sus abuelos, nos lo recuerdan con cada caricia, con sus dulces palabras, con la ternura e inocencia propia de su corta edad…

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